jueves, 8 de marzo de 2012

El amante de piedra

Peter la conoció una tarde lluviosa y desde entonces quedó prendado de aquella hermosa chica.

Enamorarla no fue cosa sencilla, sin embargo todo valió la pena, pues aquella se convirtió en una gran historia de amor.

Sin embargo esta no era una historia perfecta, pues a causa de sus familias, los jóvenes estaban obligados a verse a escondidas y encontraron en el panteón una perfecta guarida donde se citaban todas las tardes.

Al salir del trabajo, Peter acudía ansioso a ver a su amada; ella luego de la escuela, se dirigía al panteón y ambos se encontraban a la sombra de un viejo roble.

Aquellos momentos parecían ser los mejores en la vida de ambos muchachos.

Sin embargo, una tarde, la muchacha no llegó a tiempo a su cita acostumbrada. Peter veía cómo las horas pasaban y su amada no aparecía en el panteón, pero no se movió del sitio del encuentro.

Un amigo del muchacho, quien conocía el secreto de los enamorados, llegó al camposanto en la tarde. Ya empezaba a oscurecer y se encontró a Peter en el mismo lugar a la espera de su amada.

El amigo, con el rostro desencajado le dio la terrible noticia: Cuando se dirigía a su cita, la muchacha había muerto en un accidente. El camión donde viajaba había sido embestido por el tren.

Peter se negó a aceptar que su amante se había ido de este mundo y pese a que su amigo trató de hacerlo entrar en razón, él no se quiso mover de allí.

Pasaron los días, los funerales de la muchacha se llevaron a cabo en su casa, y todos los amigos de la joven estuvieron presentes menos Peter. Él seguía inmóvil junto a aquél árbol del panteón, aguardando a la muchacha.

Cuando el cortejo partió hacia el camposanto, los amigos de Peter temían que se volviera loco al ver llegar a su amada dentro de un ataúd para ser sepultada. Pero algo extraño ocurrió. El muchacho había desaparecido.

Con alivio los amigos y la familia terminaron con los funerales y se retiraron del panteón.

Lo extraño fue que ninguno de ellos volvió a ver a Peter por el barrio. Algunos creyeron que había partido a otro pueblo por el dolor de ver a su novia perdida.

A las pocas semanas, un grupo de amigos fue a llevar flores a la tumba de la muchacha.

Al llegar a la tumba, uno de los jóvenes dio un grito ahogado y a los demás muchachos se les fue el color de la cara.

Sus ojos no podían creerlo. Allí frente a ellos estaba Peter .

El joven estaba convertido en una estatua de piedra. Ahora ya nadie podría separarlo de su novia. Su rostro irradiaba felicidad, pues ahora vigilaba el sueño de su amada por la eternidad.

2 comentarios: