domingo, 15 de julio de 2012

Clarimonda

Clarimonda: La muerta enamorada es una historia de Théophile Gautier que fue escrito en 1836.
El libro trata del relato del párroco Romualdo, quien ya de setenta años, le cuenta a otro sacerdote un pasaje de su juventud.

El relato inicia en la víspera de su ordenación como sacerdote. El joven seminarista quien no había tenido contacto con el mundo exterior, solamente conocía el ambiente religioso en el que se desenvolvió desde su niñez.
Es precisamente en la ceremonia de ordenación como sacerdote, que Romualdo ve entre los presentes a una hermosa mujer, de la cual queda prensado.
Mentalmente el seminarista escucha la súplica de la mujer, quien le dice que no se convierta en sacerdote y que sea de ella.
A pesar de que desea rehusarse a la ordenación sacerdotal, mecánicamente se lleva a cabo la ceremonia.
Al salir de la iglesia, es abordado por la misteriosa mujer, quien enfurecida le reprocha su proceder y antes de irse, un paje le entrega un papel donde viene el nombre de ella y su dirección: Clarimonda. Palacio Concini.

Al notar la turbación que provocó la mujer en Romualdo, su mentor, el abad Sérapion, decide enviarlo a una parroquia para que se haga cargo de ella,
Una vez instalado, el párroco Romualdo es requerido para oficiar un servicio fúnebre para una gran dama que resulta ser Clarimonda.
Al ver a la mujer en su lecho, el sacerdote no puede evitar besarla en los labios. En ese instante Clarimonda responde al beso, y a partir de ese momento, la mujer se lo lleva a vivir a Venecia para que sea su amante.
Allí, el sacerdote ofician durante el día sus misas en la iglesia, y por las noches acude al lecho de Clarimonda.
Romualdo nunca llega a comprender si todo aquello es real o es tan sólo el producto de un sueño.
En una visita a la parroquia de Venecia, el abad Sérapion se da cuenta de lo que sucede y le dice a su protegido que Clarimonda, es en realidad una vampira, y que se alimenta de la sangre de Romualdo para mantenerse viva.

Al dudar, Romualdo decide no tomar vino la noche que acude a ver a Clarimonda como lo hacía siempre, y conoce la terrible verdad.

Romualdo logra contemplar a Clarimonda en su ataúd: Sérapion abre la tumba de la vampira y rocía el cuerpo con agua bendita, reduciéndolo a polvo. Esto, sin embargo, no basta para destruir a Clarimonda, quien, furiosa, recrimina a Romualdo por escuchar al abad y le anuncia que rompe para siempre toda comunicación con él.

El relato finaliza con el anciano Romualdo agradecido por haber salvado su vida y su alma, pero lamentando todavía su separación de Clarimonda.
La frase final es: “La paz de mi alma fue pagada a buen precio; el amor de Dios no era suficiente para reemplazar al suyo. Y, he aquí, hermano, la historia de mi juventud. No mires jamás a una mujer, y camina siempre con los ojos fijos en tierra, pues, aunque seas casto y sosegado, un solo minuto basta para hacerte perder la eternidad”.

1 comentario:

  1. Moraleja!
    No te enamores nunca de un vampiro y si lo haces, no lo rocíes con agua vendita!!

    Un gran abrazo

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